El 17 de Marzo, mi abuelito se fue para siempre.
Simplemente, todavía no encuentro las palabras. Le busco por todas partes, pero de casa ya está desapareciendo su rastro, aunque su presencia sigue aqúí, en cada recuerdo, en cada rincón.
Cuando llega la hora de la cena, voy a ese espacio en la cocina donde le servían su deliciosa latita, la que yo le robaba en cuanto se descuidaba. Él cuidaba de mí, y en lugar de enfadarse, me dejaba espacio para que me llevara un trocito, o dos. Pero ya nunca hay un platito con comida en aquél rincón.
Mi abuelito tampoco está nunca en la cama, abajo de la cual yo le esperaba para jugar con él cuando saltaba al suelo. Ya nunca escucho ese ruido de sus uñitas arañando las patas de la mesa, cuando yo acudía rápido a regañarle, como hacían mis dueñas, moviendo el rabito y levantando el culete para pedirle que jugara conmigo a correr por ahí.
Echo de menos su pancita blanda, donde yo me acurrucaba a dormir, y no entiendo porqué se ha tenido que ir, si todavía no era tan viejito.
Parece ser que ahora, mi abuelito es una estrella del cielo. Eso les he oído decir a mi familia, cuando me cogen en brazos porqué lloro bajo la cama. Morrongo se ha ido, me dicen.
¿A donde van los gatitos que se marchan? Yo no creo que haya un cielo para las mascotas, porqué sin sus amos estarían muy solitas, igual que nuestros amos sin nosotros. Yo creo que hay un cielo, en el que todos nos reencontramos con las personas que hemos querido y amado, ya sean personas, perros o gatos. Mi abuelito está en una estrella del cielo.
Esa estrella está en estas coordenadas:
RA 06h12m7.50-26º02'59.7"
DEC 7.28 mag
Asi que, cuando mires al cielo, hacia esas coordenadas, ahí está mi abuelito. Es una estrella que brilla mucho porqué de los doce años que estuvo en mi casita yo solo le conocí mi primer añito de vida, muy poquito tiempo para un amor tan bonito y verdadero como el nuestro, que eso si que era amistad de verdad, pero en tan poco tiempo me demostró que era enorme, no solo por fuera, con su majestuoso pecho y sus diez kilazos, sino en lo que era por dentro, lo que no se ve, sino que se siente. Era protector, así al menos le sentía yo, cálido y noble, siempre pendiente de cuidar de los suyos y de amarlos, que a veces el amor, es lo que más protege, lo que más cura, lo que más se necesita. Sus ojitos dorados decían cosas que no son capaces de decir muchas voces humanas, y aunque no supiera acariciar con sus manos gorditas y blancas, sabía hacerlo con su mirada, con su cabecita, con su ronroneo. Puede que mi abuelito no tuviera labios para besar, pero tenía un corazón enorme con el que daba los abrazos más sinceros y verdaderos del mundo: los de amar, incondicionalmente, sin esperar nada a cambio.
Así somos los animales: no entendemos de egoismo, tan solo de amor. Esto si es amar.
Adios abuelito.
Te he conocido muy poco, pero te he querido como si te hubiera conocido toda la vida, porqué así ha sido para mí, que llegué diminuta e indefensa, frágil y cachorra a una casa en la que tu llevabas ya mucho tiempo, dejándome tu pancita para que me tumbara junto a ella, y así sentirme segura y protegida, con un amigo con el que siempre pudiera contar. No me despreciaste, al contrario, me protegiste. Y, ¿sabes? Me hiciste muy feliz, por eso ahora estoy tan triste.
Te quiero abuelito, y siempre te querré. No te digo adiós para siempre, porqué sigues aquí, ya que en mi corazón, ni te has ido todavía, ni te irás jamás.
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